Según algunos activistas medioambientales, los sedimentos procedentes del centro del país se han mezclado con restos de uranio de una mina. El miércoles de la pasada semana, Brisbane y Sydney fueron testigos de la mayor tormenta de arena en 70 años, causada por la sequía.
Ambas ciudades fueron azotadas por polvo rojo arrastrado desde el centro de la isla. La tormenta causó estragos en las zonas pobladas y fue especialmente dura para personas con asma, problemas de corazón y afecciones pulmonares. Ahora, ecologistas afirman que este fenómeno puede estar poniendo en riesgo la salud de millones de australianos.
Sin embargo, los científicos no dan mucho crédito a esta teoría y afirman que no hay motivos de alarma. Barry Noller, de la Universidad de Queensland, afirmó que muchas de las partículas de las minas en el interior son demasiado pesadas para ser transportadas por el viento a largas distancias. Por otro lado, las compañías mineras han hecho hincapié en que los niveles de polvo son cuidadosamente supervisados.
"En una gran tormenta de este tipo, el polvo no va a venir de un sitio aislado, va a estar mezclado con partículas de un área extensa y se diluye considerablemente," señaló Noller. Según los meteorólogos, la tormenta se trasladará hacia el mar en los próximos días.
Por otro lado, diferentes investigadores afirman que grandes tormentas de arena como la registrada en Australia, están extendiendo epidemias mortales. Según los científicos que analizan este fenómeno creciente y poco conocido, el fenómeno tendría un reverso positivo: también pueden absorber emisiones contaminantes.
Este mismo año han aparecido grandes tormentas de arena en China, Irak, Irán Paquistán, Arabia Saudí, Arizona y diferentes países del este de África. La mayoría están relacionadas con sequías, aunque se cree que la deforestación, la sobreexplotación de pastos y el cambio climático amplifican su intensidad. Los meteorólogos predicen nuevas tormentas que servirán para extender tanto nutrientes y partículas beneficiosas para el medio ambiente como bacterias, virus y esporas de diferentes hongos.
"Las cifras de grandes tormentas de arena van en aumento", afirma Andrew Goudie, profesor de Geografía de Oxford, en declaraciones a The Guardian. "Este fenómeno se redujo en Australia a principios de los 70 y comenzaron a repuntar en los 90 y en el inicio del s. XXI".
Laurence Barrie, investigador jefe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en Ginebra, está trabajando con 40 países para desarrollar un sistema de advertencia de tormentas de polvo. "Creo que la sequía y las tormentas de polvo en Australia son un presagio. Las tormentas son un fenómeno natural, pero se ven influidas por actividades humanas y ahora son tan graves como el tráfico y la contaminación atmosférica industrial. Las diminutas partículas actúan como la contaminación urbana o la lluvia ácida. Pueden penetrar profundamente en el cuerpo humano".
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