Una decena de empresas como Siemens, la española Abengoa Solar y el Deustche Bank, pusieron en marcha un ambicioso proyecto que busca aprovechar la energía solar de los desiertos del norte de África y Medio Oriente para suministrar energía eléctrica a los países de Europa.
Los impulsores de la iniciativa, conocida bajo el nombre de Desertec Industrial Iniciative, tienen previsto construir una gigantesca red de plantas solares termoeléctricas en diversos puntos del Sahara, que, para 2050, tendrán la capacidad de suplir dos tercios de la demanda energética del norte africano y Medio Oriente, y un 15% de las necesidades energéticas de Europa.
A diferencia de los sistemas más sofisticados que utilizan células fotovoltaicas, las plantas que propone Desertec utilizan espejos de metal para captar los rayos de sol. El calor se almacena luego en un contenedor que se enfría con agua para generar vapor, que se utiliza para empujar a las turbinas generadoras de electricidad.
¿Y de dónde sale el agua?, se preguntará usted en este punto. ¿No se dijo en un principio que las plantas estarán emplazadas en el desierto? Así es, pero estarán ubicadas en puntos estratégicos cerca de las costas del Mediterráneo para poder extraer agua, que a su vez será sometida a un proceso de desalinización.
El sistema permite además generar electricidad durante la noche o en días nublados, ya que tiene la capacidad de almacenar el calor que produce.
La idea de aprovechar el sol que calienta los desiertos -según Desertec, en seis horas éstos reciben más energía del sol de la que la humanidad consume en un año- no es nueva. Desde la década de los 80 esta tecnología ha sido implementada en el desierto de Mojave en el sur de California, Estados Unidos, y en algunas regiones de España.
Sin embargo, el desafío que plantea este proyecto -cuyo costo se eleva a US$557.000 millones- es transportarla hacia Europa con un mínimo de pérdida energética. Una vez que se empiece a producir energía, explica el consorcio, se transportará hacia Europa a través de cables de alto voltaje que correrán por debajo del mar Mediterráneo.
La idea se ha ganado el apoyo de no pocos pesos pesados, entre ellos el de Angela Merkel, la canciller alemana, el príncipe Hassan de Jordania y José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, quien ha visto su potencial para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero, con el fin de frenar el calentamiento global.
La organización ecologista Greenpeace es una de las varias agrupaciones que también han manifestado su aprobación.
Pero no todas las voces que se escuchan son favorables. Algunos críticos, como Wolfgang Palz, presidente europeo del Consejo Mundial de Energías Renovables, consideran que la idea que maneja Desertec no tiene sentido ni desde un punto de vista político ni desde un punto de vista económico.
"El concepto de energía renovable está asociado también al de independencia energética. Entonces, yo me pregunto, ¿por qué deberíamos depender nuevamente de otros para nuestros suministros", dijo el experto.
"Por otra parte", añadió Palz, "los recursos que tenemos para invertir en la energía del futuro son limitados. Deberíamos concentrarnos en aquellas cosas más promisorias, como el desarrollo de energías renovables en nuestros propios países".
Según Palz, no son buenas intenciones lo que le hace falta a Desertec, pero sí una buena dosis de realismo porque la propuesta, en su opinión, es inviable.
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